lunes, 4 de enero de 2021

2º de Bachilleratro: "Elogio del que no lee". Solucionario.

 Aquí va el solucionario del primer texto trabajado en este segundo trimestre:

SOLUCIONARIO

Elogio del que no lee

El 40% de los españoles no lee nunca. Lo que equivale a decir que tiene mucho más tiempo para todo lo demás. Por ejemplo, mientras usted lee un libro el no lector a lo mejor escribe uno. Dos o tres horas de tiempo libre no leyendo al día son dos o tres horas que puedes ir invirtiendo en escribir Guerra y Paz, ojo, aunque ya esté escrito. Porque si los primeros presumen de releer, a ver si es que un no lector no va a poder reescribir sin cambiar una coma y de pe a pa el libro de Tolstói. En plan novísimo.

 

Leer -como sucede con respirar, alimentarse o dormir- está sobrevalorado. Tengo un amigo que ha hecho grandes obras de arte jugando al Fifa en la Play y otro que lleva 25 años leyendo un libro que no ha empezado. Y no van por ahí con gafas de pasta tirándose el pisto por las librerías de Malasaña. Iñaki Uriarte afirma, en sus Diarios: "Antes estaba permitido decir: 'Yo, de ciencias, no tengo ni idea'. Ahora empieza a generalizarse: 'Yo no leo nunca'. Y el grupo se ríe con un gesto de aprobación".

 

No sólo es que haya gente que no lee libros (no leer ya está al alcance de cualquiera y se pueden no leer centenares de libros al año, algunos buenísimos, decía Juan Tallón). Sino que hay gente que trata la literatura como si te fuera a meter la salmonelosis en casa. "Compra pan, cariño. Mira el buzón. Y baja los libros a la basura, anda, que dan olor". Tantos libros se encuentran por ahí en los contenedores (incluso no siendo de coaching), que los barrenderos de Ankara han decidido rescatarlos y han montado una biblioteca con 5.000 ejemplares en una antigua fábrica de ladrillos. Kafka con olor a cáscara de mandarina. Bierce con manchas de kétchup. Onetti empapado de vino tinto... Así que en Turquía ya no saben quién ha hecho más por las letras turcas: si Orhan Pamuk, que ganó el Nobel de Literatura, o los profesionales de la inmundicia.

 

Al libro, en general, le sucede lo mismo que a Keith Richards. Cuanto más viejo está, cuanto más ajado, cuando más sobado, cuanto más muerto, más vivo parece. Si lo sabrá el británico. Una vez el guitarrista de los Stones se encontraba bastante mal y decidió ir al médico. Éste le miró, le auscultó, le hizo unas pruebas y le dio seis meses de vida. Richards salió atribulado, pero cuenta cómo acabó aquella predicción: acudió al entierro del doctor.

 

PEDRO SIMÓN,  30/01/2019

Resumen

 

Los índices de lectura de los españoles son muy bajos y la lectura se considera sobrevalorada en una sociedad con una oferta cultural cada vez mayor. No leer está dejando de ser motivo de vergüenza social y hay quien se define con orgullo como no lector. Incluso aparecen noticias como aquella reciente sobre la biblioteca que unos basureros turcos han montado con libros encontrados en los contenedores. Sin embargo, han sido muchas las ocasiones en que se ha dado al libro por muerto, y siempre ha resucitado, lo que invita a mantener la esperanza en el futuro de la lectura.

 

Tema

 

-          Reflexión irónica sobre los hábitos lectores de los españoles y reivindicación del futuro del libro.

 

 

 

Modalización

 

1.       LÉXICO VALORATIVO

 

Son numerosos los ejemplos de vocabulario valorativo, con el cual el autor realiza una valoración subjetiva de la realidad al tiempo que se refiere a ella. Es el caso de adjetivos tan reveladores como sobrevalorado, viejo, ajado, sobado o muerto, todos ellos aplicados al estado de la lectura y el libro, normalmente de manera irónica. También se utiliza novísimo, adjetivo que incluye además derivación apreciativa para llevar el adjetivo al grado superlativo, significando la condición vanguardista que adquiriría la reescritura de clásicos no leídos. En el terreno de los sustantivos también encontramos expresiones valorativas, como obras de arte, gafas de pasta o salmonelosis, que identifica la lectura con una enfermedad.

 

2.       DEXIS PERSONAL Y SOCIAL

Aunque el texto se presenta desde la tercera persona, el autor recurre a la primera persona para hablarnos de su caso personal relacionado con el tema del texto, al inicio del segundo párrafo (tengo un amigo…). Es también destacada la deixis social al principio del texto, donde el autor se dirige al lector tanto de usted (línea 2) como de tú (línea 4). Establece así un diálogo desenfadado con el lector al principio de su columna, anticipando el tono irónico y coloquial que predominará después.

3.       RECURSOS TIPOGRÁFICOS Y SIGNOS DE PUNTUACIÓN

El autor recurre en un par de ocasiones a los incisos, ya sea entre guiones (línea 7) o entre paréntesis (líneas 13 y 14, líneas 17 y 18). El primero de estos incisos hace equivalentes la lectura con la respiración, la alimentación o el sueño como actividades “sobrevaloradas”. El segundo inciso sirve al autor para apuntalar su opinión con un argumento de cita. Y el tercero contiene una especie de chiste sobre la escasa calidad literaria del género de autoayuda, al que refiere mediante el anglicismo coaching, recogido en cursiva. Todos estos incisos transmiten, en cierta manera, la subjetividad del autor, al suponer acercamientos al lector con los que se busca su complicidad.

4.       RECURSOS ESTILÍSTICOS

Recorre el texto al completo el recurso de la ironía, ya desde su título. La ironía consiste en la designación indirecta de la realidad, expresándose lo contrario de lo que se desea transmitir. Así, es evidente el tono irónico del título del texto (Elogio del que no lee), el de expresiones como “leer está sobrevalorado” o el de referencias como la que se hace al papel salvador de la literatura de los basureros turcos, por encima del del Nobel Orhan Pamuk. En el texto aparecen otros recursos como la hipérbole (“otro que lleva 25 años leyendo un libro que no ha empezado”, línea 9). Por último, es también destacable la comparación con que se cierra el texto, en la que se equipara al libro con la figura de Keith Richards, ambos dados por muertos en numerosas ocasiones para después revitalizarse.

5.       CAMBIOS DE REGISTRO

 

En el texto predomina un registro estándar, propio de este tipo de artículos de opinión sobre temas de actualidad, dirigidos a un público masivo y no especializado. Sin embargo, el autor hace uso de algunos términos y expresiones que acercan el texto a un tono más coloquial, logrando así una mayor cercanía con el lector. Es el caso de expresiones como “de pe a pa” (línea 6), “en plan…” (línea 6) o “tirándose el pisto” (línea 10). También aparece el tono coloquial cuando el autor se dirige al lector (“ojo”, línea 4) o cuando reproduce ese diálogo imaginario en el tercer párrafo (“cariño…”, “anda…”). Estos cambios de registro no sólo buscan la complicidad del lector, sino que están en perfecta consonancia con el tono irónico que preside todo el texto.


Producción

 

Un país que no lee es una sociedad esclava de la incultura y presa de la ignorancia

 

Leer es un acto revolucionario. No se es más libre que con un libro abierto en el regazo, entregado al mundo invocado en nuestra imaginación por la magia de la palabra escrita, que transforma en realidad momentánea las ficciones, que nos sumerge en otras vidas, que nos permite asistir a mundos imaginarios o reales, pasados o futuros. Leer te permite escapar del aquí y ahora, leer te enseña y leer te hace indiscutiblemente mejor. Y es por eso que los poderosos siempre han temido a la literatura.

 

La historia es rica en ejemplos: desde el siniestro Índice de Libros Prohibidos de la Inquisición hasta las ceremonias de quema de libros oficiadas por el régimen nazi, pasando, obviamente, por la labor censora a que todas las dictaduras se han entregado con fervor a lo largo del siglo XX (y de lo que llevamos del XXI). La propia ficción literaria también ofrece ejemplos: nada había más arriesgado en el 1984 de George Orwell que conseguir un poco de papel y un bolígrafo con el que escribir. En Fahrenheit 451, Ray Bradbury imagina una distopía en la que los bomberos se encargaban, paradójicamente, de quemar los libros. Tanto la historia de la censura como la propia literatura distópica ya nos avisan de que hay algo importante en la lectura. Importante y peligroso para el poder. Por eso leer es revolucionario. Y hoy lo es más que nunca.

 

Recién iniciados los años 20 del siglo XXI, nos encaminamos a pasos agigantados hacia otra distopía: la de la Idiocracia imaginada por Mike Judge en su película de 2006. Nuestra sociedad parece reivindicar la imbecilidad en los medios de comunicación de masas, en las redes y en los productos culturales de éxito. Inmediatez, simplicidad y fragmentarismo son los tres pilares en que se sostiene la cultura popular del siglo XXI, y nada hay más alejado del acto íntimo, profundo y lento de la lectura. Por ahí ya se reivindica la slow food como alternativa a la fast food. Quizá sea hora de echar el freno y reivindicar la slow culture, con la lectura como nuevo eje para un entretenimiento que nos haga mejores y menos idiotas.

 

 

 

 

 


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