Nuestro
diminuto mundo
Gabriela Wiener
Sí, no sabemos muy bien cómo vamos a continuar con lo que estábamos
haciendo, aunque tampoco me acuerdo muy bien de qué estábamos haciendo.
Vivíamos del cuento, creo, se nos daba bien lo de escribir. Pero qué sigue. Que
si publico un libro ni idea de si podré presentarlo, viajarlo, firmarlo,
venderlo, regalarlo. Ahora bien, ¿de qué coño de libro hablo si aún no lo he
escrito? Y para qué escribir un libro que no tiene nada que ver con el
coronavirus, o sea, ¿le va a importar a alguien? Bueno, no sé si antes le
importaba a alguien. Antes teníamos una idea muy ligera de la relevancia. No
diré presuntuosamente que lo que hacía (¿hago?) es "patrimonio
inmaterial", patrimonio no, seguro; inmaterial sí, cada vez más
inmaterial. Ya todo lo que sé hacer se puede mandar por un mail. Menos mal que
no hago películas, que pesan mucho.
Nuestras vidas están supeditadas a causas de fuerza mayor por depender
del mainstream, de su goteo. Si me
hubiera quedado haciendo fanzines en casa otro gallo cantaría. Mi amiga librera
me ha dicho que lo más vendido de su tienda ahora exclusivamente online es
Camus. Como siempre, los escritores esperando alguna pandemia póstuma para reír
último y mejor. En fin, que esta no va a ser nuestra verbena. Y seguirán
vendiendo los que venden, aunque menos. Los datos del estudio mensual del
Observatorio Lector del Ministerio de Cultura son claros: la venta de libros
cayó durante el mes de abril un 76%. Y la caída no fue mayor gracias al libro electrónico.
Queda muy bien decir: ay, tengo mil cancelaciones. Adiós a la girita
americana, a mi adelanto millonario, a mi fichaje, al cartel con mi cara en la
feria del libro, adiós a las cinco temporadas de la serie sobre mi vida en
Netflix, adiós al estreno, adiós a las vacaciones de verano, adiós a la casa
propia. Eso quiere decir que al menos tenías algo, cabrona, sueños, no sé. Qué
bien suena todo lo que tenías. Suena bien, suena sospechoso, suena a márketing,
pero otra cosa es comer. Justo cuando habíamos descubierto que lo presencial
nos daba más dinero que el streaming,
que todos queríamos ser estrellas del pop. Ahora somos todos youtubers primerizos, y me temo que el
pastel de Youtube no da para alimentar tantas bocas.
Por el momento nadie me ha ofrecido dinero para aparecer en una
entrevista, en un directo, en una charla, conversación o lo que sea online, pero sí me han ofrecido que los
haga, a montones. Por el momento no es que no tenga nada que decir, es que me
estoy haciendo la muerta. Todos en visto. Lo siento, no puedo acompañar tu
aburrimiento, tu proyecto desinteresado, tu desolación con mi arte free porque estoy friendo pollo para mis
hijos confinados. También hay psicólogos online, ¿sabes? Y también cobran.
Ideas párrafo a párrafo:
-
P1: La crisis del coronavirus
ha afectado con dureza a los trabajadores del sector cultural, como la
escritora que firma el artículo.
-
P2: Solamente sobrevivirán y
seguirán vendiéndose los escritores consagrados y los clásicos de siempre.
-
P3: El “postureo” en las
redes sociales y la frivolidad de los artistas durante el confinamiento suena a
marketing y queda muy bien de cara a la galería, pero la cruda realidad es que
los escritores también tienen que ganar un sueldo con el que poner comida
encima de la mesa.
-
P4: La autora concluye: le
han ofrecido todo tipo de apariciones online sin remunerar, pero las rechaza
por agotamiento, por considerar que no tiene nada importante que decir y
porque, en definitiva, está demasiado ocupada para trabajar gratis para otros.
Algunos argumentos:
-
Argumento estadístico: datos del Observatorio Lector (segundo
párrafo)
-
Argumento comparativo (contraste): compara el trabajo a distancia
de los psicólogos con el de los escritores. Contraste porque los psicólogos
online siguen cobrando.
-
Argumento de experiencia personal: la autora habla en primera
persona y se refiere continuamente a cómo está viviendo el confinamiento: no
tiene tiempo de nada, se está encargando de sus hijos, etc. (Último párrafo,
por ejemplo)
-
Argumento de ejemplificación: el listado de quejas de los
escritores en las redes sociales (tercer párrafo) se usa como ejemplo de quien
quiere aparentar un éxito que no es tal (suena
sospechoso, suena a marketing)
RESUMEN: La crisis
desatada por el coronavirus ha generado una gran incertidumbre entre los
trabajadores del sector cultural, y más concretamente, entre los escritores,
por ser el suyo un trabajo cuyo producto es inmaterial. Esta situación es
todavía más grave para los escritores poco conocidos, puesto que los que
siempre seguirán vendiéndose, aunque sea online,
serán los autores consagrados. El confinamiento ha obligado a los creadores a
trabajar a distancia utilizando las redes sociales y vendiendo una imagen de
éxito que parece puro marketing y que no reporta beneficio económico inmediato,
por lo que los autores minoritarios difícilmente podrán salir adelante en una
situación así.
TEMA: reflexión sarcástica sobre la difícil situación que viven los
escritores como consecuencia de la crisis del coronavirus.
TESIS: la autora rechaza las colaboraciones no remuneradas como forma
de trabajo para un escritor durante la cuarentena. Aparece de forma
implícita y expresada de manera irónica en el último párrafo: Lo siento, no puedo acompañar tu aburrimiento, tu proyecto
desinteresado, tu desolación con mi arte free porque estoy friendo pollo para
mis hijos confinados. También hay psicólogos online, ¿sabes? Y también cobran.
Estructura sintetizante:
-
En el primer párrafo plantea
el tema (reflexión sobre la situación complicada para los escritores).
-
En el segundo y tercer
párrafo explora varias dimensiones de la situación (sólo sobrevivirán los
consagrados, y el resto se pelean por aparentar trabajando gratis en las redes
sociales).
-
En el tercero llega a la tesis: ella no va a sumarse a esa
ola de trabajo gratuito y falsa apariencia en redes.
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