miércoles, 9 de diciembre de 2020

Modalización de "Muchos, y quizá inmortales"

 

 

Muchos, y quizás, inmortales

Manuel Rodríguez Rivero

 

Me entero, no sin un estremecimiento de aprensión, de que, según las previsiones de las Naciones Unidas, en julio los seres humanos seremos 6.700 millones, 547 más que hace siete años. Y, si sigo leyendo, los escalofríos se multiplican: las proyecciones de los demógrafos son de que en 2050 -algunos de ustedes estarán vivos para comprobarlo- este planeta estará habitado por 9.200 millones de personas, cuatro veces más de las que en él vivían en 1950.

 

Ítem más. Una gran parte de los terrícolas -así nos llamaban los invasores interplanetarios de los tebeos de mi infancia- serán bastante viejos, sobre todo en los países desarrollados. En Europa, que es el único continente donde la población decrecerá a pesar del flujo de emigrantes, el número de los mayores de sesenta años se habrá doblado: lo de vivir más y fecundar menos tiene sus consecuencias. Y si la media de edad de los europeos está ahora en 39 tacos, no les digo nada de en cuánto se va a poner para entonces. Claro que en Japón será de 55 años: no hay nada como la dieta de pescado.

 

En cuanto a la productividad, en 2050, cuando me encuentre criando malvas (espero), la proporción entre trabajadores y dependientes será de 14 a 10. Y la fuerza de trabajo nos llegará masivamente de fuera: de África, que está muy cerca y que para entonces habrá doblado -sí, han leído perfectamente- su población, y de Asia, que, a pesar de las políticas disuasorias de chinos e indios, tendrá cerca de 1.200 habitantes más que ahora.

 

Por lo tanto, el nuestro (bueno, el de los que vivan para verlo) será un mundo con muchos ancianitos. Claro que las previsiones no tienen por qué cumplirse. Al fin y al cabo, Malthus fechó para mediados del XIX el punto en que el incremento de población superaría el abastecimiento de víveres, y, sin embargo, aquí seguimos (por lo menos algunos): inflándonos de hamburguesas king size, de palitos de surimi y de cereales transgénicos tan ricamente. Y arrojando cada día a la basura nuestras sobras completas, como si se tratara de una versión laica del milagro de los panes y de los peces. En cuanto a los viejecitos, la responsabilidad en la cada vez mayor esperanza de vida (evidentemente no estoy pensando en Irak o Darfour) hay que atribuirla principalmente a que vivimos mejor, a que disfrutamos de un buen sistema sanitario y a que no somos muy aficionados a traer niños al mundo. Y a que tampoco han sucedido últimamente (toquemos madera) catástrofes malthusianas correctoras que acaben con los más débiles: ni guerras totales, ni pavorosas epidemias letales, ni choques de asterorides como el que, según dicen, finiquitó a los simpáticos dinosaurios.

 

De manera que, a este paso, y con lo que las ciencias adelantan, el género humano se está acercando cada vez más a la inmortalidad física (para la espiritual y transmundana, que tanto anhelaba Eróstrato, hace falta estar muerto): una obsesión que, desde el poema de Gilgamesh hasta las modernas sectas apocalípticas. nos ha venido acompañando insidiosamente. De hecho, hay científicos convencidos de que en este mismo momento está naciendo algún niño que estará vivo ¡dentro de 150 años!, lo que no deja de ser un comienzo.

 

Claro que la literatura -además del sentido común- nos enseña que vivir más tiempo tampoco garantiza la felicidad, como bien sabían los struldbruggos de aquella isla lejana a la que llegó Gulliver, y que no podían morir, pero sí envejecer y enfermar, haciéndose cada vez más insoportables. O como aprendió el narrador de El inmortal, de Borges, que, convencido de que «dilatar la vida de los hombres era dilatar su agonía y multiplicar el número de sus muertes», no descansó hasta encontrar el río cuyas aguas le permitieron dejar de serlo. Y es que, según y cómo, la muerte es un bálsamo.

 

 

MODALIZACIÓN:

1.       LÉXICO VALORATIVO

2.       DEXIS PERSONAL Y SOCIAL

3.       CAMBIOS DE REGISTRO

4.       RECURSOS TIPOGRÁFICOS Y SIGNOS DE PUNTUACIÓN

5.       VERBOS Y PERÍFRASIS MODALES

 

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